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Finally : los Sauvignon Blanc de Nueva Zelanda con un pie firme en el mercado de vino del Perú


La cercanía al mar influye en la acidez precisa de los vinos de Marlborough. Yealands Winery.

Ya por poco más de 4 décadas los Sauvignon Blanc de New Zealand, particularmente los Savvy de Marlborough nos han mal acostumbrado a una cierta perfección en su pureza de fruta, acidez cortante, específica, y su espectro de aromas en el que resalta casi de manera uniforme , lo que algunos definen como grass recién cortado, otros como  ruda,  maracuyá o espárrago, y que a mí personalmente se me antoja como  la fragancia de hoja de tomate. Hagan la prueba, froten una hoja de tomate fresca y lleven los dedos a la nariz. Es en realidad, un aroma punzante entre dulce y herbal y me sorprende aún que no lo hayan hecho en fragancia pour l´homme. 

Ahí están también los otros aromas que se asocian frecuentemente a este estilo de vinos de la tierra de los guerreros sacalengua maorí (me pregunto si habrán ganado alguna guerra con ese truco): guava o guayaba, pomelo, gooseberry (algo similar al aguaymanto) y maracuyá. En cualquier caso, los Sauv Blanc de NZ han sido resultado de una higiene y metodologías muy minuciosas y uno imagina la fermentación llevada a cabo en condiciones quasi de laboratorio, con los winemakers y sus asistentes emperifollados en delantales, gorros y tapabocas de color blanco y los inevitables guantes quirúrgicos. Y  relucientes  tanques de acero inoxidable, como parte esencial de la coreografía del vino kiwi. 

Han tardado un tiempo en imponerse en el espectro vinero peruano, pero ya están aquí. Hasta hace pocos años recordaba con nostalgia y resignación de que no los volvería a saborear, fantásticas rendiciones como el Paretai de Matua, cuya acidez chispeante me hacía pensar en una noche estrellada; o el backdrop savory y sabroso del Wither Hills Rarangi. O el inolvidable Stich de Jackson Estate  y el Oyster Bay (que también hace un killer Chard). Para no mencionar a los más socorridos, como el alucinante Kim Crawford (marca que sorprendente, no tiene bodega propia, pero eso lo veremos en otro post) el Scott o el archiconocido Villa Maria, amén del sinnúmero de bodegas que gracias a las visitas que New Zealand Winegrowers hacía a mi hogar de entonces –Vancouver- cada tanto, pude disfrutar, tal vez más de 50. Incluso los de menor precio, como el Cupcake y el Monkey Bay, no defraudaban, Como decía al empezar este párrafo, es muy refrescante -valga el término- que hoy los  vinos kiwi tengan una presencia más estable en nuestro medio, gracias a, entre otros, Kiwine, que tiene una buena selección, con Forrester, Saint Claire (estos nos los he probado aun) y la excelente bodega Astrolabe. Incluso han abierto un local en Barranco donde se puede comprar y probar los vinos por copa, lo que es una buena iniciativa para mejorar la oferta local. 

 

Publicado en A la parrilla, Cepas, Pescados y Mariscos

Maridajes de Vino (Blanco) con Trucha


Para los peruanos que ya empujamos las cinco décadas, parece mentira ir a mercados, supermercados, pescaderías y terminales pesqueros y ver la demanda creciente por especies de agua dulce, algo impensable –por no decir aberrante- solo unos años atrás. ¿Quién en su sano juicio iba a cambiar una corvina, lenguado o cojinoba por una trucha? “Eso es pescado para serranos”, sería algo no muy difícil de escuchar en esos tiempos. La trucha era algo exótico, que se comía solo en los viajes al valle del Mantaro en la sierra de Junín, o a las orillas del lago Titicaca. Ahí sí se podía perdonar el pecadillo de comer trucha. Y ni qué hablar de la tilapia, un nombre que probablemente el 90% de los peruanos no había escuchado antes de finales de los 90. Hoy ya no solo se vende en los principales mercados sino que a nadie avergüenza decir que comió tilapia. Es más, hasta uno de los top chefs de la cacareada farándula gastronómica nacional (dejémonos de remilgos, el señor Cucho La Rosa) promociona sin asco su ceviche de tilapia. Punto para el hombre, porque la verdad, al ritmo que vamos pronto el famoso dicho de que tenemos un mar riquísimo será solo un recuerdo, algo así como hablar del mundial de México 70 cuando queremos dejar en claro que nuestro futbol es de calidad (suspiro…).  Es cosa que sorprende que el promotor gastronómico número uno, el ubicuo hasta en la sopa Gastón Acurio, no diga esta boca es mía cuando se trata de proteger a tanta especie que está sometida a una presión de pesca totalmente inaceptable, hablamos de lenguado, mero, cojinoba, chita y todo tipo de tiburón (toyo de leche, toyo diamante, toyo no se cuanto, son todos tiburones) entre otros. A propósito, ¿en que quedó la campaña de consumir anchoveta de la cual el chef gordito era baluarte?

En fin, la cosa es que la trucha ya salió de las cartas de los restaurantes serranos y se apropió de mesas en todos los sectores sociales.  Y con todo mérito porque su carne tiene un bello color salmón (siendo una especie de salmónido no es sorpresa) y es deliciosa, suave al paladar y con un regusto dulce leve que va muy pero muy bien con un Riesling, sea la trucha frita con o sin harina, rehogada en una salsa de mantequilla y cítrico o a la parrilla. Y al decir Riesling aquí hablamos de la cepa alemana que rinde caldos tan sublimes y que lamentablemente no vemos por estos lares. Aquí llegan un par de versiones baratas y demasiado dulces para honrar la delicada carne de la Oncorhynchus mykiss , que es –adivinaron- su nombre científico. Me soplan que por ahí hay unas cuantas, pocas, licorerías exclusivas que traen productos verdaderamente Premium (no los vinachos que algunos expertos llaman con pompa de alta gama), pero no quiero ni pensar cuanto podría marcar un buen Kabinett* del Mosel o Rheingau (por no decir de Austria) en nuestras tierras. ¿120 a 140 soles un entry level? Pues a menos que el cliente de turno sea un verdadero conocedor (y en el Perú la verdad no son muchos) va a decir “nica, mas de 30 soles por un vino blanco no pago. Menos todavía si es dulce!” Ay que dolor siento cuando escucho a los “conocedores” disparando ignorancia enológica left, right and center. De los Riesling comerciales, hay 1, uno , UNO, que va bien con la trucha pero como aquí no me pagan por reventar cohetes a ninguna bodega, pues el nombre no va pero estoy seguro que el lector curioso y buen amante del vino sabe de qué producto estoy hablando.

Otra cepa germana, la Gewurztraminer, honraría también a una preparación a base de trucha pero como en el caso de la Riesling, no conozco de alternativas en el mercado local. Por ahí probé un producto chileno de una bodega muy grande a 12 dólares (digamos que cobrarían 40 soles aquí por esa botella) pero dejó mucho, mucho que desear. Parecía en verdad agua de florero de 6 días. Así que por el momento descartamos las cepas de la patria de Eva Braun y nos vamos por el siguiente candidato lógico, el Sauvignon Blanc. Como aquí no se ven los de Nueva Zelanda ni los de Sancerre (that´s France, just in case), pues nos remitimos a los chilenos, que son bastante buenos y muy competitivos en su relación calidad precio. Argentinos…no es una cepa estrella en el país de los bifes, de las mejores oncenas mundiales que nunca campeonan o del verbo florido sacado de solapa de libro, aunque por ahí caté un par de varietales interesantes. Pero no compiten con los chilenos ni por calidad ni por variedad de bodegas ni por nivel de precios. Para los que tienen la tonta idea de que no hay que tomar vinos chilenos porque son de Chile y solo toman vinos chés, pues por ahí podrían intentar con un Torrontés, que algo tiene de Gewurztraminer*** aunque por regla general muy over the top cuando se trata de fruta, especia y dulzor. Moi, excepto por un Torrontés excepcional cuajado por Silvio Alberti, winemaker de Andeluna, ligero y con acidez electrizante para el estándar más bien lerdo de la cepa, paso, yo paso.

Así que me he dado el trabajo de buscar algunas recetas con trucha, ya que estamos entrando a la Semana Nacional de la Trucha, iniciativa estatal para impulsar el consumo de este rico pescado producido en piscigranjas mayormente estacionadas en la sierra –a la trucha no le gusta el agua caliente sino bien heladita- con la excepción de una que había en el valle de Chanchamayo en plena selva central (parece que un acuicultor encontró que su arroyo bajaba directo de las cumbres nevadas) pero que lamentablemente fue arrasada por un huayco hace unos meses, aluvión que se llevó las instalaciones y a 3,000 truchas listas para ir al mercado, para terminar sufriendo una muerte, seguramente ignominiosa, en las aguas calientes del amazónico río Perené. Pobres truchas, vivieron un equivalente del tsunami que las astrólogas rusas Andrianova y Popova auguraron para Lima el día 21 de setiembre. Yo preparé mi mochila de hemergencia con una botella de Champagne, una de cava, dos tintos, una baraja de naipes, dados, bocaditos salados y condones pero el malhadado terremoto con tsunami nunca dijo presente. Es decir…las tías mejor deberían dedicarse a la crianza de truchas y dejar de asustar a los pobres peruanos con supuestos cataclismos, que ya tenemos bastante con la eliminatoria Brasil 2014.

Vayan las recetas. Yo las menciono, tú las buscas en internet y las bajas. No pretenderás que te ponga todo aquí. Ya con darte el vino indicado hago bastante. O no.

  • Trucha frita a la sartén con salsa criolla (de cebollas). La clásica salsa criolla levanta el sabor del pez y corta con su acidez limonera la grasa del salmónido. Servida con arroz blanco bien graneado, nada va mejor que CocaCola. Mentira!! Nunca por nunca ese jarabe precursor de la diabetes mellitus. Un Sauvignon Blanc chileno, del valle de Casablanca, Leyda o francamente de cualquier otra “denominacion” porque casi todos los Sauv Blanc de nuestros vecinos del sur son muy parecidos. Recién se notan diferencias cuando pasan de 60 soles.
  • Una variación interesante a lo anterior sería servir la trucha con salsa Mexicana pero si es así mi cuate, la salsa le quitas el dulce, sino mejor lo sirves como postre. Órale mano!
  • Trucha a la parrilla con chimichurri. Así como lo escuchas, chimichurri de asado argentino, ese que se sirve con panchorizos y que algunos lo embadurnan sobre las carnes a la  parrilla.  A los peruanos será difícil venderles el plato con papas o pan (que es como yo lo prefiero) pero sí, también puede ir con arroz blanco. De nuevo aquí, un Sauvignon Blanc funciona, pero mejor va con un Riesling así que a buscar ese Riesling de 28 soles de cuyo nombre no puedo –no quiero- acordarme.
  • Trucha a la parrilla con Ensalada de Lechuga Romana** a la parrilla. Suena a invento gringo y lo es, como que esta receta salió del Independent (www.independent.co.uk) pero aunque muchos peruanos no lo crean, en otros países también se come muy rico, a veces mejor que en la tierra de Machupicchu, del Pisco Sour y Sendero Luminoso. Los detalles de la receta están en el enlace pero baste decir que se prepara una vinagreta de ajo molido, ralladura de limón, aceite de oliva y salpimienta y se baña con esta las hojas de lechuga y se asan a la parrilla hasta que estèn un poquito bronceadas. La misma vinagreta es rociada sobre el filete de trucha, que se cocina con la piel hacia las brasas y se sigue brocha que brocha la vinagreta sobre la parte sin piel. Aquí otra vez juega el Riesling, pero a falta de pan buenas son tortas, así que nos apuntamos con un buen Sauvignon Blanc, esta vez sugiero el lector se meta la mano al bolsillo y no dude en comprar un buen caldo chileno que le hará un hueco de entre 60 a 70 soles pero bien vale la pena. Ahora, si tiene un amigo que viaja a Miami o a alguna de esas horrorosas ciudades del Eastern Seabord, encárguele un Sauv Blanc de Nueva Zelanda. No te a-rre-pen-ti-rás. A mí no me la han contado, mas de 50 Sauv Blanc de NZ habré catado.

*Kabinetts Riesling alemanes que recomiendo son Dr. Loosen, Gunderloch Fritz, Baltaza Rhess, St Urban- Hof, Lingenfelder, Selbach Oster, Pauly Bergweiler, Hermann Donnhoff, Gunderloch, Markus Molitor, entre otros.

**no recuerdo la traducción para la lechuga Romaine que aquí liberalmente he traducido como romana, pero se encuentra en supermercados, tiene una hoja alargada y ovalada hacia el final y su textura es algo gruesa, acartonada y crujiente. Es la que normalmente se encuentra en la Caesar Salad.

***Gewurz quiere decir «condimentado, picante,» partícula que se añadió al nombre de otra cepa, la Traminer, epónima de la villa de Tramin, en el norte de Italia. Así quedo la «Traminer Picante» Gewurztraminer, para diferenciarla de la original.

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Vinos en Lima: Malas Prácticas de Supermercados y Licorerías


No mencionaré qué supermercados y licorerías de Lima realizan malas prácticas en cuanto a venta de algunos vinos que por su tiempo desde el embotellado ya se encuentran en declive o están iniciando el declive de su sabor y calidad, pero sí explico en detalle de qué se tratan estas prácticas para estar alertas y no comprar vinos que ya pasaron su mejor momento. Estos vinos pueden ser identificados como vinos torcidos y aunque el sabor pueda parecerlo, la razón para su sabor es que ya están pasados.

Que quede claro que el porcentaje mayoritario de vinos producidos en todo el mundo no son de guarda sino para consumo inmediato o dentro de un periodo razonable si no se conservan en condiciones óptimas de humedad, luz y temperatura. Estamos hablando entonces de un consumo idealmente dentro de los 3 años de la producción (añada de la etiqueta) y como máximo 5.

No estoy diciendo aquí que estos vinos necesariamente sean malos al quinto año,  pero de hecho su calidad en cuanto a sabor ya no se encuentra en su óptimo y empieza a declinar. Lo que sucede es que si uno tiene un lote de vinos de digamos, 40 soles por botella a precio de venta al público, al quinto año un número no definido de estas botellas empezarán a entrar a un declive mayor que otras y algunas ya estarán definitivamente «pasadas», mostrando una caída en su acidez y una deficiencia en la fruta, es decir, en el sabor.

Lógicamente que a medida que este lote hipotético entre en su sexto, séptimo y consecutivos años, la cantidad de botellas que entren en declive aumentará y su condición de sabor será peor.

El tema viene a colación porque he notado que muchos supermercados y licorería en Lima venden vinos con 4, 5 y hasta 6 años de antiguedad cuando son vinos que debieran importarse frescos o a lo mas con 2 años desde la producción. Esto resulta en que muchas veces el consumidor se lleva el producto y se encuentra con que este no tiene la calidad y el sabor que debiera.

Muchas veces estos vinos son «ofertas» en las que se rebaja el precio de manera significativa pero en realidad tal oferta no es sino un fiasco porque el consumidor compra un producto cuya «fecha de vencimiento» ya está muy cercana o simplemente ya se cumplió. Esta mala práctica es frecuente en Lima y llama la atención que aquellos quienes asesoran a estos establecimientos a elegir sus productos no tengan en consideración algo tan esencial e importante. Debiera ser obligación mas bien de estos comercios el educar a sus clientes consumidores de vino y no darles gato por liebre.

ps. foto cortesía de http://www.123rf.com

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Cevichería Señor Limón, lo Bueno, lo Malo, lo Feo


Aunque no soy de salir a comer mucho a la calle, por cuestiones de insatisfacción y economía, mi querida madre me convenció de ir a comer un ceviche a un restaurant en lugar de hacerlo en casa. No te des tanto trabajo hijo, dijo, y fijo, tenía razón porque estaba bastante chaqueteado de una simpática reunión la noche anterior, comiendo carnes al cilindro en la casa de mi amigo el Sapo Arrunátegui, también conocido como Steven Tyler de pollada bailable.

La cosa es que, siendo avanzada la hora, eso de ir a comprar los ingredientes, volver, preparar, etc, ya no era opción, por lo que siendo vecinos del maravilloso barrio del Olivar de San Isidro, nos fuimos caminando a la avenida Conquistadores, donde hay un huevo de establecimientos gastronómicos, que deberían llamarse astronómicos, por los precios. Mi madrecita, sin embargo me dijo que había uno que tenía precios «razonables» que equivale a decir precios equivalentes a restaurantes de entrada del primer mundo, en otras palabras, ceviches empezando a 26 soles, 10 dólares.

Ahi viene el tema de la insatisfacción, que viene al caso con Steven Tyler, y con el tema aquel satisfaction, que tantas satisfacciones les dio a los Beatles. Lo mío no pasa por lo musical sino por el hecho de que, cuando uno va a un restaurante muy promocionado y pides un ceviche o una carne y te cobran con un mazo -a dios rogando y con el m… dando- para que al final el platillo en cuestión  no pase de regular, entonces, ahí hay un problema. Si voy a pagar un ceviche de 30, 40 o 50 lucas quiero que sea espectacular. Hay un famoso restaurante de carnes en Lima cuyo nombre no quiero acordarme, que te sirven carnes mas o menos pasables pero TODOS sus otros platos son super salados. Incomibles, en realidad, entonces para eso, para salir rabiando porque me gasté 180 soles en una comida para dos para que me dejen la boca mas salada que calzoncillo de pescador, no pues, no pueees, como decía la señora nano, candidata eterna a algun cargo político de importancia, no pueees, que se metan su cevichería al poto.

Bueno, basta de disgresión. La cosa es que terminamos en el Señor Limón de la dicha Conquistadores. De saque no me gustó ni michi el primer piso, oscurón y con una decoración que quiere ser gringo friendly, pero en fin qué sabré yo de decoración de interiores. Pero quede claro, con ese esquema de colores a un ser humano normal se le cierra el apetito. Por suerte mi mamá ya conocía y me dijo no, la cosa es arriba en la terraza. La terraza no es ni mas ni menos que la azotea, donde aunque algo claustrofóbico, se ha logrado un ambiente mas alegre y latino, que son temas que van de la mano con los platos marinos en nuestra cultura. Los colores alegres y tonos pastel, al estilo de la vieja Lima, con simpáticas sombrillas y  mobiliario de madera, que comer ceviche en sillas y mesas de metal, francamente no pasa, no paaaasa.

Vayamos al grano, o sea, a la evaluación del restaurante.

LO BUENO fue el ceviche. Pedí un ceviche mixto, de 26 soles creo, hecho con trozos grandes de lisa, aros de calamar, dos o tres colas de langostino y un pedacito de caracol perdido por ahí. Creo que si no fuera porque la frescura de los ingredientes estaba y porque la sazón y el punto de cocción estaban, hubiera reclamado por la ausencia de la parte «mixta» del ceviche. Pero no, estaba bien, una porción adecuada para una persona, que tampoco es cosa que te sirvan un cerro, como se estila en otros lugares, por lo general para compensar por la calidad deficiente.

LO MALO. Para el segundo plato ninguno de los ofrecidos en la carta me convencía, pero vi un fetuccini con no se qué cosa y un tacu tacu a lo macho. A mí eso de los tacu tacus los dejo para cuando voy al Cordano a tomar desayuno y me lo empujo con un café pero ir a cevichería a comer tacu tacu pues este pechito no se presta a esas innovaciones que están tan de moda. Así que llamé a nuestro mozo, un joven de nombre Julio, muy atento y simpático, a quien pedí que me hicieran un fetuccini con salsa a lo macho, menos el filete de pescado. Julito puso cara de alarma. «Uy no sé» dijo con tono de niño asustado. «Voy a tener que consultar con el cocinero». Vamos, le dije. ¿Eso no puede ser tan complicado, o sí? Pues resultó ser mas que complicado porque al final volvió y me dijo con rostro consternado que no se podía «porque me han dicho que todas las porciones ya están dispuestas» o algo así, algún palabreo tonto que refleja la poca flexibilidad y el mal servicio al cliente que caracterizan a los restaurantes -y comercios en general- de la tres veces coronada, una vez  roto-invadida y una vez tsunameada Lima.

Ordené algo de la carta, un Risotto Señor Limón, que se ofrecía como «Risotto de conchas de abanico con láminas de pulpo a la parrilla aromatizado con finas hierbas.» Sonaba promisorio. Sonaba. Me trajeron un plato que parecía un platillo volador de tamaño natural. En el centro, la porción de risotto que parecía yeso de tarrajear, engrudo. Muy mala pinta, sinceramente. El color, el look, te quitaba las ganas. Todo entra por los ojos, dice el dicho. Todo, menos una cosa. Montado encima del risotto, no sé si fue por compensar por lo del fetuccini, tres tentáculos enteros de pulpo que sí tenían buena pinta. Tenían.

El risotto estaba tan monse como su pinta. El pulpo, salado y con demasiado romero. El romero, como todos saben, tiene un sabor muy penetrante y puede imponerse  a otros sabores mas sutiles, sacándolos del radar gustativo. Al final comí el risotto porque me moría de hambre pero el pulpo estaba tan salado y con tanto romero que a pesar que me encanta ese molusco, comí un tentáculo y llevé los otros dos a mi gatita Fuci, quien estuvo muy en desacuerdo con mi apreciación, devorando el platillo y seguramente deseando que visite el Señor Limón con mas frecuencia.

LO FEO. Algo que sucede muy a menudo en restaurantes limeños, sin importar el precio de las cartas ni la exclusividad. Los vasos olían a huevo malogrado. Esto, que es resultado de un mal lavado y un mal secado de la cristalería es algo que no puede suceder en un restaurante que se precie. Lo bueno fue que Julio no tuvo reparos en cambiar los vasos, pero el daño ya estaba hecho.

¿Volvería al Señor Limón de Conquistadores? Sí, a disfrutar del ambiente de la terraza y repetir el ceviche. ¿Los otros platos? tendrían que darme muestras primero.

 ps. ¿Maridaje? Para el ceviche pedí un Sauvignon Blanc pero no tenían. Con una cerveza fría quedó mejor que con el Chardonnay que sí estaba disponible.

Publicado en Comida Criolla Peruana

Notas para Queirolo y Roky´s


Este asunto de la gastronomia y los maridajes en alza parece van de la mano con la recuperacion de nuestra hermosa Lima. Pasé por  el centro de la ciudad para hacer una gigantografia y mientras esperaba me dije, me voy por ahi a comer algo rico. Mi primer pensamiento fue para una butifarra en el antiguo y tradicional bar Queirolo, en la esquina del Jirón Quilca, a media cuadra de la Plaza San Martin. La plaza, dicho sea de paso, luce estupenda en la noche, con su iluminación artística y su arquitectura afrancesada de muros claros, realmente fabulosa y no se cuantos lugares en Perú -o Sudamérica– se le pueden comparar. Volviendo al Queirolo, estaba lleno a las siete de la noche, como de costumbre, parroquianos alegres y blliciosos y tuve un poco de envidia de ya no ser tan bohemio como en otros tiempos. Pedí la butifarra del antojo y un vaso de vino tinto, que era un Queirolo, por supuesto, llamado Siglo XVI, que no era tan seco como yo lo esperaba pero no estaba mal para el precio. La butifarra si que fue una decepcion y tuve que pedir otro vaso de vino para poder empujarla. El jamón de la casa -de chancho- estaba mediocre, poco sabroso, insípido, hasta tenía ese dejo desagradable de los cerdos que no han sido capados. La salsa de cebolla, salsa criolla que le dicen estaba ya marchita, imagino sentada alli por un buen tiempo y con este calor infernal del verano limeño uno pensaría que la debieran preparar fresca o al menos meterla al refrigerador. Igual para el pan. No se por qué les cuesta tanto a nuestros chefs jamoneros entender que la base de una buena butifarra es un buen pan, no esos medallones gaseosos y sin cuerpo que desmerecen un buen sánguche. Ponganle una buena rosetta pues, aunque tengan que subir el precio unos centavos. Qué misio.

Al rato y luego de pasearme por la plaza -habia un concierto por el dia internacional de la mujer– me dio hambre de nuevo. O tal vez fue que como no me satisfizo la malhadada butifarra esa sentia que tenia que comer algo que me hiciera feliz. Vi un local de Roky´s, la cadena de pollerías, a un lado de la plaza. Pedí un cuarto de pollo con papas y ensalada, a 11.90 no me pareció mal. Pero qué desilusión. Solo las papas fritas se salvaron.

El pollo estaba recalentado y lo peor de todo, salado. La ensalada estaba embadurnada con un atentado de vinagreta  francamente misio, con demasiado de todo. Demasiado ácido, demasiada sal, demasiado condimento, demasiada grasa. Encima el mozo se demoró tanto con mi bebida que cuando me la trajo yo ya había terminado el pollo aquel.

Dos decepciones en una noche, ambas en establecimientos que son ya clásicos de la culinaria limeña. Cuidado que por ahí nos la creimos eso  de que nuestra comida es la mejor del mundo y nhos dormimos en los supuestos laureles. No veo la hora de llegar a cas y tomarme un té verde para pasar el mal sabor.

Publicado en Pescados y Mariscos, Pesquería Sostenible

Maridaje con Arroz Chaufa de Mariscos


Luego de un Diciembre indeciso entre bochorno y cielos nublados, ha entrado el verano con furia y por ello hare esta nota corta porque afuera el sol brilla y es una maravilla ver a Lima envuelta en luz solar y los colores vivos de las casas y parques. Epoca esta en la que la artilleria pesada -llámese Cabernet Sauvignon, Syrah, Sagrantino, Barolo, etc- se deja de lado y provoca mas bien un vino blanco helado o por qué no, un rico rosé heladito, con la copa perlada de gotas de condensacion y el caldo de bellos tonos salmon, rosa o naranja destellando al sol.

Y epoca tambien de visitar cevicherias, donde uno de los platos mas pedidos y mas gustados es el arroz chaufa de mariscos, cosa digna de verse y mejor aun de degustarse, con esa combinación certera de aromas, gustos y texturas que dan el arroz teñido por el sillau, los condimentos orientales y el rico picadillo de mariscos que lo corone. Caracoles, conchas de abanico, pulpo, calamar, langostinos (no olvidarse que ya estamos en veda y camarones es un NO rotundo) entre otras delicias marinas lucen magníficas sobre la pila de arroz y cebollitas chinas. A comer se ha dicho y claro, muchos, con el calor reinante se inclinarán por una fría cervecita pero qué hay de malo en intentar un vinito.

Considerando que este plato tiene de todo, el salado del sillau y los mariscos, algunas reminiscencias de dulce especioso del aderezo mismo (ver receta) y del ajonjolí o de la canela china -dependiendo del autor del plato- no hay vuelta que darle, un Malbec Rosé o un Syrah Rosé cumplirán a cabalidad, siempre que tengan mucha fruta madura y rica acidez para limpiar el paladar de esa película de grasa que deja cada cucharada de este pariente lejano de la paella marinera, en este caso con los toques chinos y peruanos del caso. Para los amantes de los vinos semisecos, no irá mal un Borgoña -que en Perú los tenemos muchos y buenos- eso si, BIEN heladito o incluso un White Zinfandel que es una version rosé y dulzona de  la cepa emblemática de California.

Bueno, ya me extendí demasiado, el calor ha bajado un poco y es hora de ir a pasear por el hermoso malecón de Lima. Que suerte de tener la ciudad capital junto al mar!