Publicado en libros, VIAJES

LIFE OF PI / ELOGIO A LA INTRODUCCION SEGUNDA PARTE


(leer primera parte aqui https://wordpress.com/post/ivanvino.com/2006)

LA ANTIGUA CANTINA QUEIROLO de Jirón Quilca, en el centro histórico de Lima, fue donde empecé a leer el libro. Debo decir que aunque conserva el encanto que da la antiguedad y transpirar el aire bohemio que atrajo a grandes escritores y artistas en otros tiempos, ya no es lo que fue ó tal vez lo sea y no lo puedo percibir, pero la comida eso sí, ha tenido un tremendo bajón en calidad, porque en precios más bien se fue para arriba, como dice la canción. En fin, dejemos tranquilos al caucau, la patita con y sin maní y la butifarra de jamón (cómo va a ser que corten la cebolla en cuadraditos, por favor) y vamos a lo nuestro.

Imagen generada por AI. Nos libra a los escritores de tener que buscar imágenes sin copyright. Aunque con el ritmo que desarrolla la technologia, tal vez en pocos años ya no haya blogs y copyright sea cosa del pasado

En muchos libros, incluso -o especialmente- en los de no ficción, he encontrado introducciones realmente deliciosas. Vienen a mente la de The Confessions of an English Opium-Eater de Thomas de Quincey y de History of the Conquest of Peru, de Prescott. En el caso de Vida de Pi, la introducción -en este caso, una nota de autor- podría ser en sí misma un cuento independiente del corpus de la novela. Es realmente delicioso y humorístico, y con mucha carga de reality check para el writer wannabe. Obvio que no puedo presentar todo aquí pero daré un resumen y si no un resumen propiamente, al menos algunas secciones para incitar el deseo del lector de hacerse con el libro y darle duro. En sentido figurado, por supuesto. Nota que he tijereteado y redactado de novo algunas partes para facilitar la visita. Abro cita:

Este libro nació cuando yo estaba hambriento. En la primavera de 1996, una novela mía se publicó en Canadá. No le fue bien. El libro no se movió. Las copias paraditas en los anaqueles de las librerías como niños esperando ser llamados para entrar al juego de fulbito. El mío era ese niño desgarbado y debilucho que nadie quiere en su equipo.

El fiasco no me afectó mucho pero estaba inquieto y empecé otra historia, basada en Portugal de 1939. Tenía poco dinero y volé a Bombay. Parece ilógico, pero no si te das cuenta de 3 cosas: que una estadía en India le sacará la inquietud a cualquier entidad viviente; que poco dinero puede ir muy lejos allá. Y que una novela basada en Portugal de 1939 podría tener muy poco que ver con Portugal de 1939.

Era mi segunda visita a la India y sabía mejor qué esperar y qué quería: tenía visiones de mí mismo sentado a una mesa en una terraza, en Matheran…. en la distancia colinas verdes vestidas en niebla; chillidos de monos alrededor y mis notas diseminadas sobre el tablero junto a una humeante taza de té. Así, con lápiz en mano y en manga corta, convertiría Portugal en una ficción.

Una pena, pero la novela balbuceó, tosió y luego murió.No hubo colinas verdes aunque sí algunos irritantes aullidos de monos. Es una miseria peculiar a los wannabe writers: tu tema es bueno, así como tu prosa. Tus personajes están tan llenos de vida que prácticamente necesitan partidas de nacimiento. La trama es grandiosa, simple y cautivante. El diálogo zigzaguea con tensión. Las descripciones explotan con color, contraste y detalle. La historia tiene que ser un éxito. Pero al final, la suma es cero. A pesar de la aparente promesa brillante, hay un murmullo que ha estado persiguiéndote todo el tiempo: no funciona. Falta un elemento, esa chispa que trae vida a una historia, más allá de que sea buena o mala.

Desde Matheran envié mi manuscrito por correo postal a una dirección ficticia en Siberia, con un remitente y direccíon también ficticias, en Perú.

Seguía inquieto y decidí explorar el sur, llegando a Pondicherry, que fue la capital del más modesto de los imperios coloniales, la India Francesa. En el camino me preguntaban cual era mi profesión. Soy doctor, pensé en mentir, pero pensé que si el bus se estrellaba todos los ojos estarían puestos en mí y tendría que admitir que era doctor en derecho. Filósofo, tanteé, pues tengo un bachillerato en filosofía, pero imaginé que de ocurrir ese accidente, los damnificados me hubieran pedido explicar qué significado tenía esa tragedia. Así que decidí decir que era escritor. Escritor? ah sí no? pues tengo una buena historia para usted. Casi siempre eran anécdotas triviales, cortas de aliento y cortas de vida.

En el Indian Coffee House se me acercó un viejo de ojos vicaces y mechones blancos. Confirmé que sí, que en Canadá se habla francés y que hace frío. Cuando iba a llamar al mozo para pagar, el anciano dijo «tengo una historia que lo hará creer en Dios». Entré en pánico: un testigo de jehová?

¿Su historia empieza hace dos mil años en un rincón remoto del imperio romano? pregunté. «No». Tal vez era un musulmán. ¿Su historia tiene que ver con la Arabia del siglo VII? «No. Tuvo lugar aquí mismo, en Pondicherry, hace unos años y estoy encantado de decirle que termina en el país del cual usted viene». ¿Y me hará creer en Dios? «Sí». Es una valla muy alta. «No tan alta que usted no pueda alcanzarla».

Oh, Wine. Olvidaba, lo más importante. Martell hace 4 referencias al vino en la novela. En la página 77 llama al agua «el vino de la vida» cuando encuentra agua enlatada en un compartimiento de su pequeña embarcación de náufrago. Al comienzo del capítulo 88 menciona unas botellas de vino vacías flotando entre una isla de desperdicios domésticos e industriales y logra capturar una, que usará para guardar agua o para un mensaje. La cita en la página 130 es la única que hace mención al vino en su aspecto hedonístico, cuando dice «qué no daría por una sopa de cola de buey, un lechón asado y relleno con arroz o conejo guisado en vino»…. lo que indica la desesperación que le causa el hambre pues Pi es vegetariano.

Ahí lo dejo, para que el intrépido lector se sumerja en las pilas de libros de segunda de Quilca o Amazonas y a riesgo de agarrar una alergia descomunal o una infestación de ácaros, consiga una copia en buen estado como la que yo tuve la suerte de encontrar. Recomiendo leerla en inglés. Y recomiendo también evitar la patita sin maní del Queirolo.